EL DÍA DE LOS CULPABLES
En un giro inesperado que parece sacado de una siniestra parodia del «Día de los Inocentes», el Servicio Electoral (SERVEL) ha solicitado la disolución del partido Comunes el 28 de diciembre de 2023. Esta petición se basa en faltas graves y reiteradas, marcando un capítulo sombrío en la historia de un partido que, desde sus inicios como Poder Ciudadano hasta su actual denominación como Comunes, ha sido objeto de controversia y cuestionamientos.
La revelación de que Comunes ha incurrido en irregularidades financieras a lo largo de los años no hace más que resaltar la falta de transparencia y responsabilidad en la gestión de los recursos públicos. Con multas acumuladas que ascienden a casi 24 millones de pesos, el partido ha dejado un amargo sabor de desconfianza entre sus seguidores y la ciudadanía en general.
Las cifras no mienten: los balances presentados en los años 2017, 2018 y 2019 fueron inicialmente rechazados debido a presentaciones tardías y a la omisión de información crucial. Aunque finalmente fueron aceptados tras varios intentos, la historia se repite con los balances de 2020, 2021 y 2022, llevando al SERVEL a tomar la drástica medida de solicitar la disolución del partido.
Este hecho plantea serias preguntas sobre la verdadera naturaleza del cambio propuesto por Comunes, que en sus discursos abogaba por una nueva forma de hacer política. Sin embargo, parece que este ideal se ha desvanecido, dejando al descubierto una realidad en la que se ha utilizado el poder para fines similares a los partidos tradicionales.
Las autoridades de Comunes, en lugar de abordar las acusaciones con seriedad, intentan minimizar la gravedad de la situación, acusando persecución y olvidando sus propias promesas de transparencia y honestidad.
Resulta sorprendente el silencio del Gobierno liderado por el Presidente Gabriel Boric ante esta crisis. La falta de una respuesta contundente levanta interrogantes sobre la capacidad del Gobierno para enfrentar problemas de corrupción dentro de sus propias filas.
La situación se agrava con la revelación de que Revolución Democrática y Convergencia Social, dos partidos estrechamente vinculados a Comunes, también han sido cuestionados por su falta de transparencia. La propuesta de fusión entre estos tres partidos para volver a participar en las próximas elecciones levanta sospechas de un intento flagrante de burlar la ley electoral.
Chile, que anhelaba un cambio genuino, se enfrenta ahora a la vergüenza de la élite política y sus empleados del Congreso. La desilusión se cierne sobre la nueva forma de hacer política, revelando que la corrupción no es una excepción, sino la regla. La esperanza de una sociedad más justa y equitativa se desvanece mientras la élite política parece empeñada en perpetuar el nefasto legado del neoliberalismo, una maquinaria que solo ha generado pobreza y desigualdad. La nueva forma de hacer política, al parecer, ya tenía nombre: corrupción.