La Trama de Corrupción que Perdura en Chile

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En la larga historia política de Chile, las fundaciones han sido una herramienta que trasciende gobiernos y partidos, sirviendo como un medio para el enriquecimiento ilícito de aquellos en el poder. Desde los días oscuros de la dictadura de ultraderecha hasta el actual Gobierno del Frente Amplio y el Partido Comunista, la utilización de estas entidades ha persistido, erosionando la confianza de un pueblo que insiste en depositar su fe en aquellos que prometen ser sus líderes.

Es un hecho lamentable que presidentes de diferentes colores políticos, desde Aylwin hasta el actual mandato de Boric, no hayan dudado en utilizar estas fundaciones como un vehículo para el desvío de fondos del Estado hacia bolsillos privados, enriqueciendo de manera inapropiada a familiares y amigos. Este patrón de corrupción, lejos de ser una excepción, parece ser una constante en la elite política chilena.

La corrupción y la falta de escrúpulos son males que han permeado nuestra sociedad desde las altas esferas, y la ciudadanía, cansada de ser testigo de esta impunidad, no puede permitirse mirar hacia otro lado. Los medios de comunicación, en muchos casos, han contribuido a desviar la atención hacia problemas menores, como el robo de un teléfono, mientras los verdaderos crímenes de cuello blanco pasan desapercibidos.

Es necesario hacer una pausa y reflexionar sobre el llamado «Acuerdo de Paz» del 15 de noviembre de 2019, que en realidad fue un pacto que garantizó la continuidad del sistema neoliberal en Chile. Este acuerdo, lejos de representar un cambio profundo y necesario, fue una maniobra para mantener intacta la estructura que permite que el cartel político, militar y empresarial siga prosperando.

La obligación de la gente común es clara: es hora de levantarse y decir ¡BASTA! La tolerancia hacia la corrupción y la impunidad ya no puede ser la norma. Los ciudadanos deben exigir transparencia, rendición de cuentas y un cambio radical en la forma en que se gestiona el país.

La trama de corrupción que ha perdurado en Chile no puede seguir siendo ignorada. Es hora de que la ciudadanía exija un cambio genuino, rompa con el ciclo vicioso de abuso de poder y trabaje hacia un futuro en el que la integridad y la justicia sean los pilares de nuestra sociedad.


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