Jeannette Jara y su bochornoso olvido: La candidata socialdemócrata que miente como todos los políticos
La campaña presidencial 2025 en Chile está dando mucho de qué hablar, pero no precisamente por propuestas firmes o liderazgo claro, sino por la torpeza y la falta de honestidad en uno de los rostros más visibles del progresismo chileno: Jeannette Jara. La precandidata, que se ha presentado con una imagen de mujer de origen popular, con un pasado como temporera en el campo, protagoniza una polémica que avergüenza a cualquiera que haya trabajado de verdad.
¿Cómo es posible que alguien que afirma haber sido temporera «no recuerde qué fruta cortaba»? Esa pregunta ha recorrido el país y ha puesto a Jara bajo una lupa de desconfianza. En una entrevista, la candidata del progresismo no pudo precisar si había trabajado con guindas o frambuesas, detalles mínimos que para cualquier trabajador honesto serían inolvidables. Este error no es menor: es una muestra más de que, como todos los políticos —ese grupo al que tan constantemente se les acusa de mentir y manipular la verdad—, la señora Jara parece construir su relato a conveniencia, sin sustento real.
Este episodio suma dudas sobre la autenticidad de su famosa historia de «origen popular». Mientras la política tradicional se llena la boca con discursos de sacrificio y trabajo duro, Jara no logra siquiera mantener la coherencia en las anécdotas más básicas de su vida laboral. El Chile real, aquel que se levanta temprano para sostener a sus familias, no olvida ni borra detalles tan fundamentales. Pero la historia de Jara, al igual que la de tantos políticos en Chile, suena a guion escrito en oficinas, intentando disfrazar una vida política calculada y distante de las verdaderas dificultades.
No estamos ante un simple olvido, sino ante un síntoma de una clase política más interesada en crear relatos oportunistas que en representar genuinamente a la gente que dice defender. En un contexto donde la desconfianza hacia los políticos chilenos es histórica y profunda, la figura del progresismo no hace más que confirmar la regla: todos mienten, todos maquillan sus verdades, y la gente común queda aún más decepcionada.
¿Quién puede creer en un liderazgo que no sabe ni recordar su propia historia? ¿En un discurso que salta de acusaciones a contradicciones y vacíos? Jara, al igual que tantos otros en la vieja política chilena, debería comenzar por hacer un examen de honestidad antes de pretender gobernar un país que exige verdad y coherencia.
Esta candidatura es un recordatorio más de que la política en Chile sigue siendo un circo de discursos vacíos y mentiras envueltas en promesas. Los ciudadanos merecen algo mejor que otra farsa más.
